Salvando vidas
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Descubre los pasos hacia una vida saludable ¡y consigue el cuerpo de tus sueños!
TODOS PODEMOS LLEVAR UNA VIDA SANA Y LOGRAR LOS CUERPOS QUE SIEMPRE soñamos, pero muchas veces ponemos excusas, como la genética o la falta de tiempo. En Salvando vidas, el entrenador de las estrellas, José Fernández, comparte el fruto de sus esfuerzos para combatir el sobrepeso, enfatizando que no hay pretexto que valga: llegó la hora de emprender el camino hacia una vida saludable y un cuerpo increíble.
José Fernández vuelca toda su experiencia en estas páginas para compartir sus conocimientos mediante:
• Consejos prácticos y fáciles sobre la nutrición.
• Una rutina de alimentación saludable.
• Programas de ejercicios específicamente diseñados para hombres y para mujeres.
Con el entrenador de las estrellas como guía, llegarás al cambio deseado con hábitos duraderos que te brindarán una vida balanceada y sana. El cuerpo que siempre soñaste ¡está al alcance de tus manos!
“José…ojalá todos puedan disfrutar de tus destrezas para que sepan que se puede hacer ejercicios, aprender a comer bien y divertirse a la vez”. –ADAMARI LÓPEZ, actriz, presentadora y autora de Viviendo
“José me ayudó a conseguir motivación interior para lograr transformar mi cuerpo con nutrición y ejercicios. Es un maestro de la persuación y el fitness”. –ISMAEL CALA, presentador de CNN en Español y autor de CALA Contigo: El poder de escuchar
José Fernández nació en Ponce, Puerto Rico. Desde pequeño sufrió el problema del sobrepeso en carne propia, llegando a estar sesenta libras por sobre su peso ideal a los catorce años, y sufriendo de sobrepeso toda su adolescencia. Al certificarse como Nutricionista del Deporte en el International Fitness Association en Miami y más tarde como entrenador personal en el National Strength Conditioning Association y el Sports Sciences Association, en un año no sólo alcanzó su peso ideal por primera vez en su vida adulta, sino que comenzó a entrenar a otras personas brindándoles todos los conocimientos que habían cambiado su vida.
Con ocho años de experiencia en el campo de la preparación física y la nutrición, en 2000 comenzó a entrenar a celebridades y deportistas profesionales en la exclusiva Fisher Island. Para ese entonces comenzó su colaboración con la revista Men’s Health en español donde escribía la columna “Pregúntale al entrenador”. Fue allí que se desarrolló con más fuerza su pasión por ayudar a otros a alcanzar su peso ideal de la mano de una mejor nutrición y una mejor preparación física.
Hoy en día escribe una columna para People en Español que aborda temas de nutrición y ejercicio, participa en el segmento “Viva la vida” de Primer impacto, es entrenador y nutricionista de las participantes de Nuestra belleza latina, colabora con segmentos de nutrición y lo último en ejercicios todas las semanas en Despierta América y en Univision Radio, sigue entrenando celebridades y deportistas, y tiene su propia línea de ropa de ejercicio: Booka.
Actualmente vive en Miami y está desarrollando una línea de vitaminas y suplementos nutritivos y preparando seminarios para capacitar a entrenadores en Latinoamérica con las últimas técnicas en preparación física.
Para mayor información visita su página: www.preguntalealentrenador.com.
C. A. PRESS
SALVANDO VIDAS
JOSÉ FERNÁNDEZ nació en Ponce, Puerto Rico. Desde pequeño sufrió el problema del sobrepeso en carne propia, llegando a estar sesenta libras por sobre su peso ideal a los catorce años, y sufriendo de sobrepeso toda su adolescencia. Al certificarse como Nutricionista del Deporte en el International Fitness Association en Miami y más tarde como entrenador personal en el National Strength Conditioning Association y el Sports Sciences Association, en un año no sólo alcanzó su peso ideal por primera vez en su vida adulta, sino que comenzó a entrenar a otras personas brindándoles todos los conocimientos que habían cambiado su vida.
Con ocho años de experiencia en el campo de la preparación física y la nutrición, en 2000 comenzó a entrenar a celebridades y deportistas profesionales en la exclusiva Fisher Island. Para ese entonces comenzó su colaboración con la revista Men’s Health en Español donde escribía la columna “Pregúntale al entrenador”. Fue allí que se desarrolló con más fuerza su pasión por ayudar a otros a alcanzar su peso ideal de la mano de una mejor nutrición y una mejor preparación física.
Hoy en día escribe una columna para People en Español que aborda temas de nutrición y ejercicio, participa en el segmento “Viva la vida” de Primer impacto, es entrenador y nutricionista de las participantes de Nuestra belleza latina, colabora con segmentos de nutrición y lo último en ejercicios todas las semanas en Despierta América y en Univision Radio, sigue entrenando celebridades y deportistas, y tiene su propia línea de ropa de ejercicio: Booka.
Actualmente vive en Miami y está desarrollando una línea de vitaminas y suplementos nutritivos y preparando seminarios para capacitar a entrenadores en Latinoamérica con las últimas técnicas en preparación física.
Para mayor información visita su página:
www.preguntalealentrenador.com
SALVANDO
VIDAS
CAMBIA TUS HÁBITOS,
CAMBIA TU VIDA
José Fernández
PRÓLOGO
Tras haber jugado más de quince años como catcher para los New York Yankees, considero que la alimentación es la gasolina del cuerpo humano. Si tú te alimentas mal, lógicamente el cuerpo no va a responder de la manera que tú quieres. Esto es especialmente evidente en el mundo de los deportistas profesionales como yo; si nosotros no nos cuidamos y no buscamos la manera de alimentarnos bien, no vamos a rendir en una temporada que es súper larga.
En el tiempo que llevo en el deporte, los ejercicios han cambiado muchísimo, porque incluso han cambiado mucho las máquinas que se usan —los ejercicios se dirigen más directamente al músculo indicado que estás entrenando. Antes se usaba más el tipo de preparación física llamada bodybuilding que, para nosotros como beisbolistas, obviamente no funciona para nada bien, ya que para jugar béisbol uno no puede ponerse muy grande porque no va a poder tener esa soltura y esa rapidez tan necesarias para el juego. Lo que hace falta es explosividad y fuerza, y hoy en día no se entrena como se hacía quince o veinte años atrás.
Estábamos en Miami con mi entrenador ya que, a pesar de jugar en Nueva York, mi familia seguía viviendo en la capital del sol y por supuesto yo siempre estaba viajando. Así que coincidió que entrenaba en el mismo gimnasio donde lo hacía José y varias veces lo vi mientras entrenaba a sus clientes. No pude evitar acercarme a él para pedirle que comenzara a entrenar a mi esposa Laura. José le dedica mucho tiempo a su gente, y eso es muy importante en un entrenador. Él siempre está encima de los clientes, buscando que el cuerpo rinda y se vea mejor, y ya que a mi esposa siempre le ha gustado verse y alimentarse bien, consideré que iba a sentirse muy a gusto entrenando con José. Lo que me gusta de cómo hace las cosas es que incorpora todo el cuerpo en su entrenamiento, y no todo el mundo hace eso. Por eso quise que Laura empezara con él.
Cuando mi entrenador no puede venir a Miami también recurro a José, pues para mí lo más importante es tener una persona que me empuje, que me aliente. Yo necesito a alguien que esté ahí, que me ayude y me motive a venir al gimnasio, ya que es difícil para mí, luego de tantos años, levantarme en la mañana. Pero si sé que tengo un entrenador que me motiva, me escucha, que es tan profesional y está esperando por mí, entonces mi compromiso por no quedar mal será más grande y, por muy cansado que me sienta, yo me levanto de esa cama y voy a entrenar. Eso es exactamente lo que ha hecho José.
—JORGE POSADA
INTRODUCCIÓN
¿Has escuchado la frase: “pareces un disco rayado”? Seguramente sí, pero por si nunca la has escuchado, esto es lo que se les dice a las personas que no se cansan de repetir lo mismo una y otra vez, y si vamos a actualizar el dicho, entonces debería ser “un CD rayado”; pero la verdad es que no me importa cuántas veces sea yo quien parezca disco o CD rayado hablando de lo mismo. Ahora, como si fuera poco, decidí dejarlo por escrito, porque no me cansaré jamás de luchar día a día con este mal que está afectando a millones de personas en el mundo: el sobrepeso.
Les juro que cuando voy a un restaurante y veo a los padres llenando a sus hijos de refrescos llenos de azúcar y comidas grasosas y saladas me provoca ir a su mesa y sentarme a darles una charla completa de nutrición mientras el mesero viene a cambiarles todo eso por una ensalada con un pollito a la plancha y una papa asada.
Y esta es solo una de las escenas que a diario vivo, no solo en los restaurantes sino también en el supermercado, cuando veo esos carritos con la famosa leche “descremada” (skim milk), el yogur “bajo en grasa” (low fat) pero con 15 gramos de azúcar, la bandeja de pollo con la piel y así sucesivamente.
Gracias a Dios cada día tengo la oportunidad de comunicarme con más personas, pues con el paso de los años ha aumentado también la cantidad de medios que me permiten hacerlo; la radio, la televisión, las redes sociales, seminarios, talleres y ahora lo que tanto deseaba, dejarlo plasmado de manera indeleble en este libro.
Reconozco que los muchos mitos acerca de la comida, las dietas, la nutrición y todo lo que tenga que ver con la alimentación fomentan que las personas cometan un error tras otro, yendo por la vida repitiendo todo lo que escuchan y probando las mil y una dietas atentando contra su salud. Y es por eso que cuando por fin aparece una persona con los conocimientos adecuados, ya están tan cansadas con la mala información, que ponen en duda lo que se les dice. Por supuesto hay muchísimos expertos que, al igual que yo, siguen buscando maneras muy creativas para hacerle entender a la población lo que sucede cuando no se alimenta de la manera correcta, y eso renueva mis esperanzas.
Con las personas más allegadas a mí es con las que más sufro, pues siendo ellos parte de mi familia no los he podido ayudar. Y lo digo con toda honestidad para que vean hasta qué punto llega este problema, y que el asunto aquí no se trata de herencia, genética, parentesco o cualquier otra excusa que quieran sacar. Aquí se trata de querer hacerlo, de tomar conciencia de que nos estamos enfermando, de que el sobrepeso equivale a menos años de vida, de quitarnos de la cabeza esa idea errónea de que cuando nos hablan de sobrepeso lo relacionamos con obesidad mórbida, porque no estamos informados, porque no conocemos otra cosa, porque aún creemos que el niño gordito es el niño saludable, porque aún queremos perder peso “dejando de comer en la noche” o “dejando de comer harinas” o simplemente “dejando de comer”.
Por todas las frustraciones que sufro día a día escuchando y viendo cosas absurdas referentes a la nutrición es que decidí escribir este libro. Quería juntar, en lo posible, la mayoría de las experiencias que vivo a diario contestando preguntas y aclarando dudas, y en muchas oportunidades quedándome mudo cuando uno de mis clientes viene a mí buscando ayuda para perder 40–50 libras de grasa pero me “advierte” que “mucho cuidado con quitarle su bananito con leche, porque todos los días antes de irse a dormir no le puede faltar esta sana costumbre”. Para darles una idea, la banana, banano, plátano o guineo (como le dicen en diferentes países) es la fruta que más azúcar tiene. Si a eso le sumamos el “vasito de leche”, que tiene alrededor de 15 gramos de azúcar, en una sola sentada, esa persona está ingiriendo la cantidad de azúcar equivalente a lo que debería consumir en tres días aproximadamente, teniendo en cuenta que nuestro organismo necesita 25 gramos de azúcar al día.
Como ven, esto y mucho más es lo que compartiré con ustedes aquí con la esperanza, entre otras cosas, de que esa parte de mi familia a la cual me refiero sepa lo mucho que me importa y lo triste que me pone que ellos aún no entren en ese grupo que decidió abrirme las puertas cuando llego con la intención de seguir SALVANDO VIDAS.
CAPÍTULO 1
TAMBIÉN FUI GORDITO
Curiosamente la mayoría de las personas que llegan a mí buscando ayuda para superar su problema de sobrepeso tiene a alguien (o algo) a quien culpar por su situación… compañeros de trabajo, novio, esposa, falta de tiempo, horarios, etc., pero uno de los que más me llama la atención y me da pie para comenzar esta historia es la famosa “herencia familiar”.
¿Me van a decir a mí que tienen sobrepeso porque sus padres lo han tenido siempre? Y qué tal la tía, la prima o incluso la bisabuela a la que nunca conocieron pero han visto fotos y entonces se dieron cuenta de que si la pobre anciana que abandonó este mundo hace dos décadas nunca estuvo en forma, ¡ustedes tampoco lo estarán!
¡Ja! Eso se lo pueden decir a cualquiera, pero no a mí. ¿Y saben por qué? Porque yo nací pesando 12,5 libras; no muchas personas nacen con ese peso. No soy el entrenador típico que viene de una familia súper saludable y que prácticamente fue educado para llevar una vida de buena nutrición y ejercicio. La familia que yo formé es así, pero mi mamá es diabética y junto con mis abuelos, tiene un sobrepeso enorme, ¡y mi tía pesa 350 libras! Así que, como verán, no había razones para que yo fuera una persona delgada y bien formada, pues en mi familia nadie lo era.
Tenía muchos hábitos alimenticios malos que aprendí desde que era niño, como le pasa a la mayoría de las personas que quieren bajar de peso. Por ejemplo, antes de acostarme siempre comía helado. Ese fue un hábito tan difícil de romper que hasta el día de hoy, mi batido de proteína en la noche lo hago con mucho hielo y me lo como con una cuchara para que mi cuerpo piense que es helado. ¡Llevo dieciocho años haciendo esto!
Mi desayuno consistía de huevos fritos cocinados en mucho aceite con tocino y papas; luego comía pollo y mofongo frito con carne de cerdo, así que tuve sobrepeso no solo por la genética, sino por la manera en que me enseñaron a comer, pues pese a que nací pesando tantas libras, pude haberme “normalizado” si en casa las costumbres hubiesen sido diferentes, pero no fue así.
No fue hasta que comencé a darme cuenta de lo mucho que me estaba afectando mi peso, que tomé la decisión de cambiar mi vida. Pero eso sucedió a medida que iban pasando episodios no muy agradables y que hoy recuerdo y puedo compartir con ustedes de una manera jocosa y hasta divertida, pero que en su momento causaron dolor, baja autoestima y mucha tristeza.
Una de ellas fue en Puerto Rico cuando estaba en el jardín de infantes. Tenía cinco años. Llevaron unos caballos a la escuela para que los niños los montáramos, recuerdo que eran pequeños ponis. Obviamente, todos estábamos enloquecidos por subirnos a los animales, pero cuando llegó mi turno, el profesor dijo enfrente de todos: “Que ese gordito no se suba porque le va a romper la espalda al caballo”. ¡Ja! Lo que hizo fue romperme el corazón y dejarme con las ganas de romperle la cara al maestro, pero tengo que reconocer que eso fue sumando para que más adelante se produjera el gran cambio… (me siento como Betty la fea). Algo que me enseñaron en la escuela es que la genética podría ser la causa del sobrepeso de una persona, y no discuto que eso sea así. Pero lo que sí puedo asegurar sin temor a equivocarme es que, si bien tú no tienes el control de tu pasado, sí tienes el de tu presente y eso es precisamente lo que quiero que hagas a partir de este momento. No te quedes sentado sin hacer nada porque todos tus problemas nutricionales vienen del pasado y como “vengo de una familia con sobrepeso, no vale la pena esforzarme, pues eso no lo cambia nadie”. Te tengo noticias: ¡eso lo cambiarás tú! Y precisamente en los próximos capítulos veremos cómo hacerlo.
Siempre he sido muy bueno para las matemáticas, y es irónico, pues cuando joven nunca aprendí el resultado de la siguiente operación: huevos fritos al desayuno + mofongo con carne frita al almuerzo + pollo frito con arroz con gandules y tostones a la cena = ¡OBESIDAD!
Lo que me hizo cambiar
De todas formas, gracias a mi talento para las matemáticas, gané medallas de alto honor en la escuela, así que estudié Ingeniería, lo que me permitió trabajar en una compañía de muebles de aluminio en Miami. Comencé de asistente de ingeniero y terminé siendo el ingeniero de la compañía con solo veintiún años; estar tantas horas en una empresa haciendo “trabajos de oficina” me hizo reaccionar y seguir en la búsqueda de lo que hoy hago y que es mi mayor satisfacción.
Resulta que por esos días, una vez salimos a patinar, me quité la camisa y Julián, uno de mis amigos, me dijo: “Oye, José, ponte la camisa de nuevo, ¡ve qué gordo estás!”. Me dio tanta bronca su comentario, pero he de reconocer que tenía razón. Mi cuerpo era amorfo, todo estaba al revés: tenía la barriga muy grande y salida y el pecho hundido. Me sentí tan mal que mi amigo lo notó, y me dijo después: “No te preocupes, estoy yendo a un gimnasio, yo te pago el primer mes”. Así de gordo estaría para que mi amigo se ofreciera a pagarme el gimnasio.
Le tomé la palabra. Recuerdo que llegué al gimnasio con la idea clara de que lo del entrenamiento y yo iba a ser un “romance” de muy corta duración, pues así me lo había advertido mi amigo Julián, quien me aseguró que todos llegaban muy entusiasmados el primer mes pero después cuando llegaban al segundo… ¡pero no fue así! Me di cuenta de que cada día esto me gustaba y lo disfrutaba más. Y para mi gran sorpresa, ¿saben quién resultó ser el “desertor”? ¡Sí, mi amigo Julián! Pero gracias a él, mi problema más grande ya no era quitarme la camisa.
Fue tanto mi entusiasmo que me preparé y me certifiqué como entrenador (con la National Strength and Conditioning Association y con la International Sports Sciences Association) y como nutricionista (con la International Fitness Association). Dos años más tarde yo era el dueño de la compañía de entrenadores en ese gimnasio. Pero cuando empecé a estudiar, lo hice para ver si podía tener buenos resultados conmigo. Si lo lograba, entonces podría entrenar y ayudar a los otros que en ese momento eran como yo.
En aquel momento fui yo el protagonista de ese cambio, pero ahora como entrenador personal y nutricionista he tenido el privilegio de ser testigo de historias impactantes en otras personas; ahora mismo recuerdo mi primera clienta en quien pude observar un cambio dramático. Era una señora de cincuenta y ocho años que tardaba mucho en entrar por la puerta del gimnasio porque tenía artritis y diabetes y sus movimientos eran muy lentos. Prácticamente no podía hacer nada en casa, ni siquiera soñar con hacerse cargo de su jardín, que tanto le gustaba. Le diseñé su régimen alimenticio basado en lo que necesitaba, empezó a hacer ejercicio con gran disciplina ¡y perdió 40 libras en solo unos meses! Recuerdo que ella estaba tomando un montón de pastillas cuando vino a verme; se las había recetado su médico para controlar el azúcar y el colesterol, y para el dolor de huesos. Después de seguir la dieta y de no faltar al gimnasio, además de ver el milagro en su cuerpo, su mismo médico le retiró los medicamentos porque simplemente ya no los necesitaba. Pero este es apenas el comienzo de un montón de testimonios que te contaré y que me llena de emoción poder compartir contigo; sé que serán tan inspiradores como lo son para mí.
Mi cambio alcanzó otro nivel
Pero los retos no pararon ahí. En 2000 llegó un punto en el que quise probarle a varias personas que estaban en esto que podía llegar a competir en pruebas de fisicoculturismo sin recurrir a las drogas, como lo hacen muchos.
Como no conocía el ambiente, me informé y averigüé que había dos tipos de competencia: aquellas en las que te descalifican si usas algún tipo de esteroide o droga prohibidos, y otras en las cuales puedes consumir de todo para que tus músculos crezcan. Ni se imaginan los cuerpos exagerados que se ven en la segunda categoría durante las competencias.
Para mí, si podía llegar a lucir de manera similar a una persona que usa drogas para desarrollar su cuerpo, ya habría ganado sin necesidad de llevarme el primer lugar de la competencia. Cual sería mi sorpresa (y seguro que la de los demás competidores) que obtuve el primer lugar en el concurso Diamond Classic.
Para aquellos que no lo conocen, en este certamen se supone que empiezas en el primer nivel (que es el de principiante) y de ahí vas subiendo hasta el quinto, ¡y yo gané el quinto nivel en mi primer intento! Así que esa fue mi prueba inicial para ver cómo eran las competencias. Decliné competir para la siguiente categoría porque mi objetivo ya estaba cumplido.
Recuerdo que antes de eso yo llegué a pesar 212 libras, ¡y bajé a 151 en solo doce semanas! Aunque mis resultados fueron espectaculares, admito que me entrené de más porque era la primer vez que lo hacía. Pero finalmente, lo había logrado: vi los resultados en mi cuerpo gracias a la dedicación y al esfuerzo. Sí, “dedicación y esfuerzo”, ¡y mucho! Hasta de recordarlo me da mareo, pero les voy a contar con lujo de detalles lo que tuve que hacer para prepararme, y aquellos que dicen que no pueden alimentarse bien por “no tener tiempo” me dirán si aquí el asunto es falta de tiempo o de ganas.
Me levantaba a las 4 a.m. para preparar toda la comida que iba a consumir en el día, pues a las 5:30 a.m. ya estaba haciendo mi primera hora de ejercicio cardiovascular (habrá algunos que ya tendrán sueño de solo imaginarlo, ¿verdad?). Desde las 6:30 a.m. hasta las 9:30 a.m. tenía que entrenar a mis clientes para luego entrenar de nuevo yo hasta las 11:00 a.m. (ahora con pesas), pues a esa hora llegaba “Big Andre” quien era el encargado de enseñarme a posar en la competencia (sí, claro, es que la cosa era con pose y todo, pero ¿qué creías?). Para las damas que siguieron Sex and the City les digo que este Mr. Big no era ni la sombra del de Carrie, excepto por lo de “big”. Y es que Big Andre es un hombre con una musculatura increíble, pero muy poco romántico y no tiene un chofer que lo lleva por todo Nueva York. Big Andre es mi mentor, un entrenador personal que ha ganado incontables competencias de fisicoculturismo, y actualmente es quien les enseña la rutina a los competidores en esta disciplina para que hagan sus poses en la tarima.
Ya a las 12 p.m. venía el ensayo de la rutina, que consistía en una coreografía en la que movía los músculos al ritmo de la música (¡no me digas que lo estás intentando ahora mismo mientras lees!). Terminando mi momento “John Travolta” ya era hora de regresar al trabajo y seguir entonces entrenando a mis clientes hasta las 8 p.m., para luego hacer una hora más de ejercicio cardiovascular hasta las 9:30 p.m. Sí, este era un día “normal” en mi vida durante catorce semanas. El final ya lo saben pero tengo que mencionar que hubo varios desmayos mientras pintaban mi cuerpo con protán (es un producto especial que usan en estas competencias para que ayude a destacar tus músculos y no se opaquen con las luces). ¡Ah! Pero no creas que los desmayos eran porque el producto tenía mal olor o algo así, sino porque el cansancio se apoderó de mí, la presión, el stress, el miedo, los nervios, ¿sigo? Okey: la tristeza tan grande que sentí cuando en una de las pruebas previas bajé bien emocionado a buscar a mi gente entre el público para ver si habían ido a apoyarme pero, qué va, en ese momento, no sé si fue por los nervios, pero no vi a nadie. Fue ahí que descubrí cómo se siente el llanero… ¡solitario! (qué dramático). Los ánimos volvieron a mí cuando, una hora después, llamaron mi nombre para salir al escenario y pude escuchar las porras y los gritos (con todo tipo de malas palabras) de mis mejores amigos y algunos clientes que no podían perderse el resultado final de tanto esfuerzo, pues cada uno de ellos tuvo que soportar un pedacito de mi mal humor, cansancio, desesperación por comer algo “normal” y más. Fue tanto lo que exageré entrenando que algunas personas llegaron a pensar que estaba enfermo, y no se equivocaban. Estaba enfermándome, pero de la cabeza, a tal punto que me sentaba en una pizzería que estaba al lado del gimnasio solamente para disfrutar del olor. ¿Qué tal? Ah, hablando de “olor”, ¿recuerdas la pintura (protán) que te mencioné? Pues bien, el evento fue un sábado, y para obtener mejores resultados con la apariencia yo comencé el proceso de pintarme desde el miércoles. Sí, yo sé, ¡qué asco!
Una vez que comencé a entrenar gente por los resultados que logré en mí, ya no lo dejé. Me sentía tan bien con mi figura, pero sobre todo con mi salud y con la satisfacción de ayudar a las personas que lo necesitaban, que decidí que esa era la forma en la que quería vivir.
Mi inicio en los medios
Afortunadamente, después de ver los resultados de mis primeros clientes, muchos otros empezaron a llegar, incluso muchas clínicas para perder peso me mandaron a sus pacientes. Total que mi número de clientes sobrepasó mis límites de horario. Eso me hizo preguntarme cuántas personas podía entrenar al día. Como el día tiene solo 24 horas (igual que el de Jack Bauer), me di cuenta de que si quería ayudar a más gente tenía que hacerlo de una manera que sobrepasara las fronteras del gimnasio en el que trabajaba, y la única solución eran los medios de comunicación.
El primer medio para el que trabajé fue Men’s Health en Español. Recuerdo que empezamos haciendo un artículo de ejercicios con bandas, ¡pero yo salía de modelo! La muchacha que coordinó la sesión y el mismo fotógrafo me pidieron que los entrenara, y así lo hice. A raíz de eso Juan Antonio Sempere, en ese entonces editor de la revista, me ofreció hacer la columna “Pregúntale al entrenador” en la que yo le resolvía sus dudas de entrenamiento a los lectores de la revista, que llegaba a toda Hispanoamérica.
US
Additional information
Dimensions | 0.6000 × 6.0000 × 9.0000 in |
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Imprint | |
ISBN-13 | |
ISBN-10 | |
Author | |
Audience | |
Subjects | diy, cookbook, diet, weight loss, pregnancy, german, self help books, how to, healthy living, sport, clean eating, reference, fitness, personal development, motivational books, health and wellness, self help books for women, health books, fitness books, medical books, health and fitness, self development books, fitness gifts, health, self improvement, baby, healing, wellness, self help, running, improvement, work, family, Sports, parenting, medical, nutrition, motivation, spiritual, medicine, Animals, Cooking, Food, Recipes, Cookbooks |